FLASH

martes, 19 de mayo de 2009

AQUI Y AHORA, EL PÁSADO SE DEBE DEJAR ATRAS


AQUÍ Y AHORA


Se lo que eres. Haz lo que haces. Di lo que dices. El siguiente caso, aunque parezca exagerado, es absolutamente autentico, y conozco bien el protagonista. Estaba el en un pequeño grupo de terapia en el que los participantes habían sido invitados en aquel momento a que cada uno improvisara diez frases a partir de la expresión “AQUÍ Y AHORA YO…”. Este hombre se prestó a ello y, después de dos o tres frases inofensivas, salió con la siguiente joya: “Aquí y ahora, yo…estaba riñendo ayer en casa con mi mujer”. Un hombre bien honrado. La riña domestica de ayer lo había afectado tan profundamente que hoy, en el grupo, estaba todavía bajo la influencia de aquella desgracia experiencia con tal realismo que, para él, hoy era todavía ayer, y el salón su casa. No había clausurado el incidente en su mente, lo seguía viviendo todavía, y así no sabía dónde estaba. Seguía dándole vueltas al episodio de ayer, y ese rebelde recuerdo le impedía andar adelante y entrar en el día de hoy. El capítulo sin acabar, la herida sin cicatrizar, las cuentas sin cerrar. Pocas cosas dificultan más nuestro contacto con la realidad que las situaciones que quedan colgando sin resolverse. En la vida hay que saber cerrar puertas. Mientras no acabemos plenamente un capitulo de nuestra autobiografía privada, no estaremos en condiciones de comenzar el siguiente.


Nuestro pensamientos, bien sea la estudiar, al conversar o al orar, no siguen con facilidad un curso continuo, sino que se van interrumpiendo a sí mismos con ligereza desoladora. El estudiante se queja de que no puede concentrarse en lo que estudia, y el religioso pide consejo para combatir las distracciones que le dejan rezar. Incluso en un conversación ordinaria nos perdemos muchas veces lo que el otro ha dicho y tenemos que pedirle que nos lo repita, porque estábamos distraídos. La misma palabra “distracción” es angustiosa: distracción quiere decir, literalmente, tirar violentamente en direcciones opuestas, desgarrar, desmembrar. Cuando nos distraemos, nos desgarramos a nosotros mismos, nos hacemos pedazos, dejamos de ser un todo, una unidad; dejamos de ser lo que somos. Distraerse significa dividirse, perder totalidad, perder contacto. Seguimos poniendo en escena las tramas incompletas de ayer. Y proyectando las preocupaciones de mañana en la pantalla de hoy. En cualquier caso, nos dividimos por dentro y nos incapacitamos para vivir en plenitud de la vida en el único momento en que puede vivirse, que es el AQUÍ Y AHORA.


Los psicólogos definen al neurótico como “persona que se interrumpe a sí misma”, y me temo que la mayor parte de nosotros nos ganamos el titulo sin dificultad, si esa es la definición. Una vez que admitimos eso, podemos usar esas mismas interrupciones para conocernos mejor a nosotros mismos. Cada distracción, sea en conversación o en oración, es un hilo suelto que ha quedado colgando de una situación sin acabar que está clamando que la acabemos para permitirnos pasar a disfrutar de la siguiente. Una vez tuve experiencia en mi propia carne del daño que los hilos sueltos pueden causar. Me habían operado, y la herida no cicatrizaba en el tiempo esperado. El cirujano ensayó remedios y medicamentos sin resultado. La herida seguía sin cicatrizar. Por fin, tuvo que volver a abrirla del todo y se encontró con que los puntos de la herida interna no habían sido bien cortados y los hilos sueltos no dejaban cerrarse a la herida. Los corto entonces, y la herida cicatrizo. Llevamos muchas heridas abiertas en el alma, porque no hemos colocado bien los puntos.


“HERIDAS ABIERTAS” quieren decir: sufrimiento y peligro de infección. Y todo ello sin necesidad. Un buen cirujano no deja hilos colgando. No te unas al pasado, organiza el presente y visualiza el futuro. La vida es un constante viaje al igual que la felicidad.


Un escritor muy reflexivo decía de sí mismo: “A mí las cosas se me ocurren al bajar las escaleras”. Es una experiencia bastante común. Hemos tenido una discusión, un dialogo, una conversación con intercambio de ideas y expresión libre de opiniones, y sí que llegamos a formular nuestra propia opinión y la frase exacta, pero sólo cuando se ha acabado la reunión, nos hemos despedido y estamos bajando las escaleras de la casa donde nos hemos reunido. Entonces se nos ocurre la respuesta perfecta, la réplica cortante, la cita oportuna que le habría hecho callar al otro y nos habría proclamado campeones en dialéctica y triunfadores de la reunión. Pero llega demasiado tarde. Ya sólo podemos repetírnosla a nosotros mismos con un deje de rabia y frustración y autocondenación por no habérsenos ocurrido en el momento preciso. Penas y lamentos cuando ya no valen nada. Y la pequeña herida sigue molestándome todo el día. Como no viví el presente de lleno en aquel momento, no puedo vivirlo en el resto del día. La falta de contacto en una ocasión no hace más que aumentar la falta de contacto en la siguiente. Haremos bien en detener la reacción en cadena lo antes posible, pues nuestras reacciones son con harta frecuencia: lentas y a todo pasado. Esas barreras que llevamos dentro no nos dejan ser nosotros mismos, no nos dejan entregarnos de veras a lo que hacemos y responder con toda la agudeza del entendimiento y el calor de los sentimientos. Se nos escapa el arte tan sencillo de cerrar puertas y dejamos a nuestro paso una estela de puertas abiertas que siguen dando portazos con el viento y distrayéndonos en nuestro andar. Si ha sido una experiencia desagradable, deja tras de sí un rastro de malestar contra uno mismo y contra todos los que han intervenido en ella; y, si ha sido una experiencia agradable, deja el deseo de prolongarla, de repetirla, de recordarla una y otra vez, de manera que ya no nos da placer, porque ha pasado, y no nos deja disfrutar de otros placeres, porque el recuerdo del pasado ensombrece la realidad del presente. Estas barreras reducen nuestra vitalidad y destruyen toda espontaneidad. Descubrir el obstáculo es el primer paso para quitarlo; si no sabes la solución, eres parte del problema, al descubrirlo, llevas el 50%, lo demás corre por tu cuenta, por tu decisión y acción, esto como tal debe ser una tarea constante.